domingo, 2 de diciembre de 2012

Lolita Sevilla.- Cántame un pasodoble español:HOMENAJE AL INOLVIDABLE TONI LEBLANC




Fragmento de la película "¡Lo qué cuesta vivir!" (1957) dirigida por Ricardo Núñez. 

En ella, se narra la historia de un viudo (José Isbert) que para conseguir algún dinero trabaja primero como vigilante y posteriormente como matón de un club nocturno. Pronto se hace famoso por su dureza y la manera que maneja los puños. 

En ella, se incluyó uno de los pasodobles más populares fuera de Andalucía, escrito por los Hermanos Paso y Tony Leblanc para la revista "Lo verás y contarás" (1954). Aunque la popularidad fue otorgada por la sevillana bautizada en San Lorenzo, Lolita Sevilla. 


domingo, 11 de noviembre de 2012

No me digas que no





A la vera del agua,
tengo un barco de vela,
que es de miel y canela,
de plata y cristal,
un barquito de sueños, 
que es la envidia del mar.
Y sin que nadie lo sepa,
en ese barco encantado,
tengo un cariño encerrado,
que nadie lo ve,
ese cariño es el tuyo,
que es mi razón y mi orgullo,
y mi gloria y mi fé.


No tengas celos de mi,
que es un pecado mortal,
eso que estas tu pensando,
y vas publicando,
de mi voluntad.
No tengas celos de mi,
ni dudes de mi querer,
que si yo vivo, si muero,
es porque te quiero,
de veras, gaché.
Que yo a ti,
nunca te puedo engañar,
y de mi,
tú nunca debes dudar.


Vente tú, mi moreno,
vente a Puerta de Tierra,
que hay un barco de guerra,
y lo vamos a ver,
vente tú, mi moreno,
y veras tú que bien.
Y luego los dos juntitos,
daremos un paseito,
y tomaremos un chatito,
de vino del Tren,
anda vente, mi moreno,
que ese vinillo es muy bueno,
y nos sentará bien.


No tengas celos de mi,
que es un pecado mortal,
eso que estas tu pensando,
y vas publicando,
de mi voluntad.
No tengas celos de mi,
ni dudes de mi querer,
que si yo vivo, si muero,
es porque te quiero,
de veras, gaché.
Por Dios, no, 
no, no me digas que no,
que tu a mi, 
siempre me has dicho que si,
que si, que si.

jueves, 25 de octubre de 2012

Miguel de Molina: la bien pagá





Na te debo,
na te pido,
me voy de tu vera
olvídame ya
que pagao con oro
tus carnes morenas
no maldigas paya
que estamos en paz.

No te quiero,
no me quieras,
si to me lo diste
yo na te pedí,
no me eches en cara
que to lo perdiste
también a tu vera
yo to lo perdí.

Bien pagá,
si tú eres la bien pagá
porque tus besos compré
y mi te supiste dar
por un puñao de parné,
bien pagá,
bien pagá,
bien paga fuiste mujer.

No te engaño,
quiero a otra,
no pienses por eso
que te traicioné.
No cayó en mis brazos
me dio solo un beso,
el único beso
que yo no pagué.

Na te pido,
na me llevo,
entre esta paredes
dejo sepultas
penas y alegrías
que te he dao y me diste
y esas joyas que ahora
pa otro lucirás.

jueves, 13 de septiembre de 2012

Antonio Mairena, San Pedro de las llaves del cante


Antonio Burgos /www.antonioburgos.com

Igual que a la puerta de un rico avariento llegó Jesucristo y limosna pidió, dicen que a la puerta de la fragua de los Cruz en Mairena del Alcor había un letrero que ponía: "Se hacen llaves del cante al minuto". Ya había nacido en la Casa de los Mairena el señor Antonio Cruz García, hermano del señor Curro y del señor Manuel, y en aquella fragua de cantes estaban haciendo el martinete de la dignificación del flamenco, según los planos que por la época dibujaba en Córdoba, con los lentos y solemnes versos alejandrinos del grupo "Cántico", el poeta Ricardo Molina. La Llave (que es un galardón con nombre de ferretería) fue hecha con bastante celeridad por el Mister Minit de los flamencólogos del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba en 1962, año en el que todos silenciaron, quizá por delicadeza, que las anteriores llaves del cante se las había hecho a Manuel Vallejo un cerrajero sevillano.

Vencidas y derrotadas las tropas de la ópera flamenca, el fandanguilleo y los palos del cante chico, los estudiosos sitúan hacia 1956 el Año de la Victoria del Mairenismo, tras el triunfo de Fosforito en la siguiente edición del Concurso Nacional de Arte Flamenco de Córdoba. Dicen que por las Tendillas, don Antonio Cruz García, con su bastón de mariscal de las tropas del cante puro grande gitano andaluz y de los grandes expresos europeos , encabezó el victorioso desfile de los seguidores de Antonio Fernández Díaz, aquel Fosforito cordobés que había encendido para siempre la antorcha del Manierismo llamado Mairenismo. Añaden dichos estudiosos que "siempre" a efectos del flamenco, es, por ejemplo, hasta que nace en la Real Isla de León un monstruo caracolero como José Monje, un Camarón que, como no se durmió y despertó su arte libre en la Venta de Vargas, no se lo llevó la corriente del mairenismo, que hasta entonces era de poderosa y fuerte como la corriente del Golfo de la Flamencología.

Durante muchos años no hubo más puertas en el paraíso del flamenco que las que abrían las llaves de Don Antonio. Don Antonio, naturalmente, era Don Antonio Mairena. No había existido Don Antonio Chacón, que pasó a ser Chacón a secas. Juanito Valderrama era uno que cantaba cositas livianas. El para otros Maestro de Maestros, José Tejada, el Niño de Marchena, era uno que iba por ahí vestido como Porrinas de Badajoz y cantando a su manera. Era pecado mortal confundir Mairena con Marchena, aunque todo el mundo supiera al menos tres cantes de Marchena, y nadie una sola letra de Mairena. Proscrito fue, por descontado, el otro Pepe, Pepe Pinto, a quien ni siquiera salvaba el acta de matrimonio con Pastora Pavón, no dejaban al pobre del Pinto que con sus recitados se peinara con sus peines, y eso que sus peines eran de azúcar.

Manolo Caracol fue reducido a la condición de empresario hostelero de "Los Canasteros" y, todo lo más, al que le cantaba a Lola Flores la Zambra 42 y la Zambra 43.

De nada valía que los caracoleros dijeran que, si era por hacer cantes para bailar, El Niño Mairena, cuando todavía no era Antonio y mucho menos Don Antonio, había ido con un peluquín en la compañía de Antonio el Bailarín, cantándole a Antonio Ruiz Soler en lugares tan flamenquitos como el Carnegie Hall. Pues sobre los cimientos filosóficos de la negación de contrarios se levantó el edificio neoclásico y academizante del Manierismo del Mairenismo como excluyente y única forma de entender el flamenco. Don Antonio Mairena es dios, y Ricardo Molina su profeta, que la Biblia del Mairenismo hasta ha sido publicada en la Revista de Occidente, a modo de Biblioteca de Autores Cristianos: "Mundo y formas del cante flamenco". Aquella Biblia fue seguida como Principio de Fe por cantaores benditos de toda bendición por los sumos sacerdotes del mairenismo, desde el viejo Juan Talega, a Fernanda y Bernarda de Utrera, Marta y María junto al Maestro, José Menese, Naranjito de Triana, Antonio Nuñez Chocolate y otros discípulos amados de la Tertulia Flamenca de Radio Sevilla. Por el contrario, fueron condenados a las llamas eternas de la heterodoxia el referido Niño Marchena, Caracol, Valderrama, y todo lo nuevo que a ellos olía, como Enrique Morente, Pansequito, Rancapino, Chano Lobato, Terremoto y cualquiera que se atreviera a innovar las raices inamovibles del cante grande gitano andaluz según el dogma cerrajero de Mairena. Llaves con las que se cerró el camino a cualquier posibilidad de innovación en el cante y a todo aquello que no fueran los cantes de Tío Pepe el de González... rescatados naturalmente y codificados para la posteridad por Don Antonio en su encíclica discográfica "Gran historia del cante gitano", en la que recientemente se han detectado peligrosos virus de racismo contra el flamenco de los payos.

Pasado el tiempo, los estudiosos del cante han llegado a la conclusión de que echarles llaves a sus puertas es como querer ponérselas a los campos de mi Andalucía donde los campanilleros por la madrugá siguen recordando la letra de otra proscrita, La Niña de la Puebla, mientras se sigue sin recordar ni una sola letra por soleá o por seguiriya de don Antonio. Punto en el cual añaden que Camarón no tiene las llaves del cante, pero posee las eternas llaves del paraíso de los elegidos en los caminos de la libertad del arte, en los que hubo un tiempo en que se intentó poner fielatos.

domingo, 2 de septiembre de 2012

QUINTERO, LEÓN Y QUIROGA: Los niños de la Gabriela.




La Gabriela, vela, vela
la Gabriela, vela, va,
sentaita en la cansela
s’ha quedao adormilá.
El abanico, hasta er suelo,
de la mano se cayó,
y en la plata de su pelo
un jazmin se dehojó.
Y entre, despierta y dormia,
ay la besa un rayo de só
que viene de la corría.

Rafaé esta en er puerto
Fernando se fué a Jeré,
los dos hermanos, por sierto,
con toros de Guadalé.
Pero tengo un cuchillito
que me ronda la sintura;
en Córdoba, Joselito
con seis toros de miura.
La mare está dormivela…
son tres clavos de amargura
los niños de la Gabriela.

Pero tengo un cuchillito
que me ronda la sintura;
en Córdoba, Joselito
con seis toros de miura.
La mare está dormivela…
son tres clavos de amargura
los niños de la Gabriela
bailando sobre el cordel.






sábado, 28 de julio de 2012

Marujita Díaz




María del Dulce Nombre Díaz Ruiz, conocida como Marujita Díaz (Sevilla, 26 de abril de 1931), es una actriz y cantante española que alcanzó notable éxito en los años cincuenta y sesenta del siglo XX.
Debutó en el teatro infantil a los 6 años y en el cine en 1947. Su voz le abre las puertas tanto del teatro como del cine. Actriz dramática con una notable vena cómica alcanzó el éxito en el cine en los años 60 gracias fundamentalmente al tirón de las comedias de esta época, por lo cual interpretaba papeles similares en sus películas.
Alterna la revista musical, la zarzuela, la TV y el cine con bastante éxito hasta los años 80. Empieza su andadura en el cine en títulos del cine folclórico como El pescador de coplas o Puebla de las mujeres, sin abandonar nunca su carrera teatral que es donde se forma como artista. Alcanzó cierto éxito con películas como Pelusa, La casta Susana o La Cumparsita.
En el teatro musical desarrolló una extensa carrera plagada de éxitos alternando diversos géneros que van desde la revista más clásica a la zarzuela de corte madrileño: A todo Color, Las 4 copas, La Princesa Alegría, La fierecilla domada, Bésame Catalina, Caridad de noche, Chorizos y polacos, Madrid, Madrid, Agua, azucarillos, y aguardiente, La Verbena de la Paloma, Revista, revista, siempre revista, Si Eva fuera española, Cantando los cuarenta, La Gran Vía, De Madrid al Cielo o El oso y el madrileño fueron sus incursiones más significativas.
En televisión presentó en 1976 un programa dedicado al género de la revista titulado Música y estrellas.
Estuvo casada en dos ocasiones, primero con Espartaco Santoni, junto al que creó una productora llamada Producciones cinematográficas MD. Y posteriormente por la iglesia con Antonio Gades durante un breve período. No tiene hijos.


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miércoles, 18 de julio de 2012

Manolo Caracol - La salvaora (Recita Lola Flores)



Que razón tenía
la pena traidora
que el niño sufriera
por La Salvaora,
diecisiete años
tiene mi criatura
y yo no me extraño
de tanta locura.
Eres tan hermosa
como el firmamento,
lástima que tengas
malos pensamientos.

Quién te puso Salvaora
que poco te conocía,
él que de ti se enamora
se pierde de pa' toa' la vía'.
Tengo a mi niño embrujao'
por culpa de tu querer,
si yo no fuera casao'
contigo me iba a perder.

¡Dios mío, que pena más grande, el alma me llora!
Haber cuando suena la hora
que las intenciones se le vuelvan buenas a La Salvaora.

sábado, 16 de junio de 2012

El poema de Marquina a Celia Gámez


El poeta Eduardo Marquina le recita con motivo de un multitudinario homenaje que le rindieron en Madrid en 1930 esta composición poética de 219 versos en su honor:



Celia, arrogante y serena,
mixta de halago y pasión,
tul blanco hecho pañolón
para corros de verbena.
Lucero en su amanecer,
suave mirar de mujer
que en tus ojos, cuando alegras
con ellos nuestro querer,
pones la calma, al caer
de dos grandes alas negras.
¡Dios te pague el resplandor
que trajo a nuestra heredad
tu exótica novedad
de maja inédita, flor
de las majas de esta edad!...
(...) Celia, a tu cuerpo ceñido;
y fue discreta elección
vestirte de noche, con
oro de astros diluido...
Porque así, conforme estás,
las pupilas entornadas,
todas tus líneas, veladas
da sombra o en fuego, y, más
que encubiertas, subrayadas.
¡Parece que sólo vas
vestida de tus miradas!




jueves, 31 de mayo de 2012

Nati Mistral

File:Nati Mistral 01.JPG


Natividad Macho Álvarez, más conocida por su nombre artístico, Nati Mistral (Madrid, 13 de diciembre de 1928), es una actriz y cantante española.

La actriz y cantante debe su apellido artístico a la escritora Gabriela Mistral (1889-1945), de la que su madre era gran admiradora. En sus comienzos, la joven Nati fue meritoria en el Teatro Español, pasó por la emisora RADIO SEU y, tras cursar estudios de música, canto y declamación. Sin embargo, tuvo que salir fuera de España para que los directores se fijaran en ella. Con la compañía Los Vieneses marchó a Alemania, actuando como cantante. Fue el desaparecido Luis Escobar quien le proporcionó su primer gran éxito al contratarla en 1957 para la revista musical Te espero en el Eslava y un año después, su continuación Ven y ven al Eslava. Juntos tuvieron nuevos éxitos en los años siguientes con los musicales La Bella de Texas o La Perrichola. Nati Mistral puede ser considerada la pionera de los grandes musicales en España. También protagonizó la primera versión presentada en Madrid de El hombre de la Mancha, junto a Sagi Vela.
Durante toda su carrera ha compaginado la música con el teatro, grabando canciones tan populares como Flor de té; Bajo los puentes de París; Mala entraña; Agua que no has de beber; Paisajes de Catamarca; Tata Dios; Guitarra, dímelo tú; Yo vi llorar a Dios; No soy de aquí; Bien se ve; El corralero; y La balada para un Loco. Ha cantado también una de las versiones más castizas de la zarzuela La Gran Vía.1
Ha triunfado como actriz dramática en producciones de Divinas palabras, con la que se inauguró el Teatro Bellas Artes en 1961, Fortunata y Jacinta, 1969; Medea, 1970; Isabel Reina de Corazones, 1983, La Chunga, 1987; Los padres terribles, 1995; Café cantante, 1997; La Malquerida, 2000; La Celestina, 2001 y, más recientemente, La Dorotea, 2001; Inés desabrochada, 2004, La duda, 2006 y Tras las huellas de Bette Davis, 2007. En Buenos Aires fue empresaria de su propio teatro –el Avenida- junto al actor Alberto Closas.
Menos frecuentes han sido sus apariciones en cine, aunque ha rodado, entre otras películas, Maria Fernanda la Jerezana (1946); Las inquietudes de Shanti Andía (1947); Currito de la Cruz (1949) o Mi Buenos Aires querido (1962).
Entre los numerosos premios que ha recibido se encuentran el Lazo de Isabel La Católica, el Premio de la Asociación de Críticos de Nueva York en 1970, el Nacional de Teatro en 1997, Premio Mayte, en su categoría de Honor a su trayectoria artística en 2006, la Medalla de Oro de las Bellas Artes, en 2007, y también en 2007 el XI Premio Nacional de Teatro Pepe Isbert que concede AMITE, la Asociación Nacional de Amigos de los Teatros de España.

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miércoles, 23 de mayo de 2012

En Tierra Extraña




Voy a contarles a ustedes
lo que a mí me ha sucedido.
Fué la emoción más profunda
que en mi vida yo he sentido.
Fué en Nueva York
una nochebuena que yo preparé una cena
pa' invitar a mis paisanos.
En la reunión, toda de españoles,
entre palmas, vino y oles,
por España se brindó.
Como estaba prohibido por la ley seca.
Allí nadie bebía vino de España.
Yo pagué a precio una receta
para que se nos diera vino español.
Vino español, vino español.
El vino de nuestra tierra
bebimos en tierra extraña.
Que bien que sabe ese vino
cuando se bebe lejos de España.
Por ella brindamos todos
y fue noche de emoción.
La nochebuena más buena
que soñar pudo un español.
Más de pronto se escuchó
un gramófono sonar.
Callar todos, dije yo,
y un pasodoble se oyó
que nos hizo recordar.
Oyendo esa música
allá en tierra extraña.
Ya nadie reía,
ya todos lloraban.
Oyendo esa música
allá en tierra extraña.
Era el pasodoble español,
suspiro de España.
 

jueves, 10 de mayo de 2012

Proclamación de la copla



Proclamación de la copla

Letra: Antonio Burgos
Música: Carlos Cano



Temporal con mar en calma,
tormenta sin aguacero,
relámpago dentro del alma,
pararrayos del te quiero.
 
Toa la nieve de Graná
ardiendo dentro de una reja,
y toas las olas del mar
dando su sal a una queja.
 
Laberinto del querer
y norte para el olvío,
lo que quieres comprender
otro al cantar lo ha vivío.
Estribillo
No es canción, se llama copla,
y cabe dentro la vía,
que la copla es el querer
que se llama Andalucía.
La copla es el ancho mar
y la arena de la playa,
la copla es por donde vayas
la voz de un pueblo escuchar.,
No es canción, se llama copla,
y cabe dentro la vía,
que la copla es el querer
que se llama Andalucía.
II
Vendaval de las esquinas,
sueño de los callejones,
pañuelo de despedida,
bandera de torreones.
 
Ay, dulce cañaveral,
toa la sal de San Fernando
cuando me pongo a cantar
la copla va derramando.
 
Almohadita pá soñar
y agüita para mis labios,
ilusión para engañar
hasta al propio desengaño...
Al estribillo y final

jueves, 19 de abril de 2012

Manuel Font de Anta



Manuel Font de Anta nació en Sevilla en el año 1889. Fue uno de los precursores del movimiento folclórico andalucista en la música popular española que acabaría con el cuplé y daría paso a la copla, aunque en la edad de oro del cuplé, siendo él de los primeros compositores españoles del género ínfimo, compuso números excelentes de los que en aquella llamaban "finos". En las variedades siempre quiso dar un toque andaluz en sus obras, como por ejemplo con letra de Serafín y Joaquín Álvarez Quintero escribió "La torre de Sevilla", garboso número estrenado por Pastora Imperio, o "La guasa que tiene", con letra de Monterilla, graciosa canción interpretada por la sevillana Amalia Molina.
Fueron muchos más los letristas colaboradores de Font de Anta, por ejemplo Salvador Valverde, Rafael de León, Antonio Graciani, Manuel Susillo, Montesinos, etc.
Algunos títulos conocidos de su obra, aparte de los ya mencionados, son: "La cruz de mayo" para Gracia de Triana, que también popularizara Carmen Sevilla, "Mantoncito de Manila" para Concha Piquer y "Su majestad el chotis", "Las verdades del barquero", "La nieta de Carmen" y "Tientos imperiales", para la voz de la colosal Pastora Imperio.

Murió asesinado en 1936, a la edad de cuarenta y siete años, y podemos asegurar que en los eruditos de la copla, su memoria aún sigue viva, sobre todo, al margen de sus obras, por lo que aportó y significó para la formación de este género musical que tanto nos emociona.



domingo, 8 de abril de 2012

Jose Antonio Ochaita


Artículo publicado en la revista mensual "Abanico de Coplas" de San Roque (Cádiz)


José Antonio Ochaíta García, nació en Jadraque (Guadalajara) en el año 1910. Se licenció en Filosofía y Letras y se vinculó algún tiempo a la enseñanza, pero pronto dejó lo docencia para dedicarse por entero a la poesía y a la comedia para la cuál poseía una imaginación brillantísima.
Si en la copla fue famosísimo el trío Quintero, León y Quiroga, no fue menos famoso el trío Ochaíta, Valerio y Solano. De esta colaboración nacieron canciones tan populares como Cinco farolas, El Porompompero, Cría cuervos, Tientos del remordimiento, Las caenas del querer. Concha Piquer, Almoneda y un larguísimo etcétera. También llegó a formar trío con en la composición con los conocidos Rafael de León y el maestro Quiroga, con ellos compuso canciones como La Lirio, Judas, Eugenia de Montijo, Zapatitos de Charol, etc.; junto a Juan Solano como pareja, canciones como Dolores, No me des guerra, Vamos a dejarlo así, entre otras. Ochaita fue galardonado en numerosos certámenes líricos y perteneció a la Real Academia de Bellas Artes de Sevilla.
Murió en 1973 a consecuencia de una hemorragia cerebral cuando recitaba uno de sus poemas en Pastrana (Guadalajara), en una de las veladas literarias que organizaba Conrado Blanco, un gran mecenas que impulsaba la llamada Alforjas para la poesía. Quienes le conocieron dicen que recitaba de manera extraordinaria y que daba gusto oírle recitar sus propios poemas.

martes, 27 de marzo de 2012

LA NIÑA DE LA PUEBLA



http://www.elartedevivirelflamenco.com

DOLORES JIMÉNEZ ALCÁNTARA, cantaora paya, más conocida con el nombre artístico de LA NIÑA DE LA PUEBLA, nació en La Puebla de Cazalla (Sevilla) el 28 de julio de 1908. y murió en Málaga el 14 de junio de 1999 donde se le traslado después de desplomarse en la peña de Huelva mientras cantaba en directo por soleá, contaba 91 años de edad. Su padre era peluquero, fue el que le escribía casi todas las letras, había heredado su afición a cantar de su madre, natural de Morón de la Frontera, (Sevilla), Se quedó ciega a los pocos días de nacer por culpa de una infección. Sus padres se trasladaron a Sevilla para curarla pero fue inútil su curación. Pero esto no fue ningún obstáculo para que La Niña de la Puebla se presentara a concursos de cante por los pueblos de Sevilla.

En La puebla de Cazalla
que orgulloso están,
de haber tenido a la cantaora
más grande de toda la humanidad
de la historia del flamenco
que no se podrá jamás igualar,
su ceguera fue como una bendición,
para alúmbranos los caminos
del cante como pura salvación,
siempre la recordaremos
en el cielo y en la tierra,
porque fue una gran emperaora
Siendo del cante una reina.

Pepe Marchena era su ídolo, y ella seguía su escuela, hasta que Pepe Marchena la descubrió y se la llevó de gira, haciéndola debutar en el Olimpia de Sevilla en 1931. y al año siguiente lo hizo en Madrid, en el Cine Variedades, actuando también en el Salón Olimpia madrileño. Su debut en los teatros madrileños, tuvo lugar en el Teatro Fuencarral, junto a El Carbonerillo y El Corruco de Algeciras, en 1932. En ese mismo año 1932 hizo su primer disco para la casa Regal, grabando por primera vez los Campanilleros con los que tanta fama consiguió. En 1933, realizó su primera película, Madre Alegría. Este mismo año presentó en público a Juanito Valderrama. Estrenó obras lírico andaluzas, entre ellas Sol y Sombra, de Quintero y Guillén, y Cuando la noche es eterna de Diego Isern y Lloset, representándolas en toda España.

jueves, 1 de marzo de 2012

Imperio Argentina





(Nombre artístico de Magdalena Nile del Río; Buenos Aires, 1906 - Benalmádema, España, 2003) Actriz y cantante argentina, estrella de los escenarios y de la canción entre los años treinta y sesenta del siglo XX y protagonista de un gran número de películas que la catapultaron hacia la fama.

Nacida en el tradicional barrio porteño de San Telmo, era hija del guitarrista de origen gibraltareño Antonio Nile y de la actriz malagueña Rosario del Río. Contaba sólo seis años cuando subió por primera vez a un tablado, y no lo abandonó hasta pasados los ochenta. No obstante, cuentan que su debut artístico lo hizo con cuatro años en el bonaerense Café Armonía y que aquel día, como premio a su actuación, recibió leche merengada.

Malena, como la llamaban en su infancia, debe su nombre artístico, Imperio Argentina, al escritor Jacinto Benavente, que quedó impresionado por el desparpajo artístico de una niña que, con el paso de los años, se convertiría en una talentosa actriz, reconocida más allá de su Argentina natal y con cuyo nombre han sido bautizadas varias calles españolas. El que fuera años más tarde premio Nobel de Literatura justificó la elección de este nombre diciendo: «Canta tan bien como Pastora Imperio y baila tan bien como Antonia Mercé, la Argentinita».

Su debut sobre los escenarios tuvo lugar en 1924, en el teatro Romea de Madrid, de la mano de la Argentinita. En 1927, el director cinematográfico Florián Rey la escogió para interpretar La hermana San Sulpicio, película muda basada en la novela homónima de Armando Palacio Valdés. En 1928 viajó a Alemania para rodar Corazones sin rumbo, de la que sólo se conservan unos minutos.

Poco después, el cine sonoro llamaría a su puerta. En 1930 interpretó El profesor de mi mujer, y un año después, Cinépolis. Obtuvo un especial éxito con la película Su noche de bodas, dirigida por Louis Mercanton y Florián Rey, en la que cantaba el vals Recordar, a dúo con Manuel Russell, que llegó a ser el éxito discográfico del momento. Después rodó Lo mejor es reír, versión española de Rive gauche, a las órdenes de Alexander Korda. Mas tarde interpretó ¿Cuándo te suicidas? y el cortometraje El cliente seductor (1931), junto con Maurice Chevalier.

Como guinda a un gran año, la todopoderosa Paramount la fichó para actuar en dos películas junto a su compatriota Carlos Gardel. De esa unión nacieron La casa es seria y Melodía de arrabal (1932), filme que la consagró en las pantallas norteamericanas. Posteriormente, Florián Rey la dirigiría en dos de sus mayores éxitos, Morena Clara y Nobleza baturra, ambas de 1935.

Años de luces y sombras

Sin embargo, la biografía de Magdalena Nile del Río está plagada de luces y sombras. El éxito de sus películas se vio ensombrecido a fines de la década de los treinta y principios de los años cuarenta por su flirteo con la corriente falangista de la época. Primo de Rivera y el mismísimo general Francisco Franco se declararon fervientes admiradores de la diva. Pero el escándalo la salpicó de lleno cuando el ministro de propaganda nazi, Joseph Goebbels, la invitó a Alemania y le presentó a Adolf Hitler, quien, maravillado por el porte y la belleza de la artista, la persuadió para que interpretara un filme sobre Lola Montes, la aventurera irlandesa que fascinaba al dictador.

Imperio reconoció años más tarde la grata impresión que le causó el Führer, aunque rememoró también con horror y tristeza la llamada Noche de los Cristales Rotos (1938) que se desarrolló en Berlín contra sinagogas y hogares judíos. Imperio se encontraba en la capital, y fue ese día cuando la venda se le cayó de los ojos y descubrió los horrores del nazismo al visitar a su sombrerera, de origen judío, y encontrarla muerta junto a su marido.


Esta vinculación con el régimen nazi le creó problemas y enemistades, aunque también grandes amigas, como la actriz alemana Marlene Dietrich. Rodó un buen puñado de películas por aquellas tierras, entre ellas una versión de la Carmen de Prosper Mérimée, y fue la niña mimada de la productora alemana UFA.

Tras su aventura en la Alemania nazi, Malena sufrió el rechazo internacional, que se hizo patente con abucheos y piquetes frente a los teatros donde actuaba en Nueva York, México, D. F., y en la propia Argentina. Durante los años cuarenta trabajó a las órdenes del director Benito Perojo en las películas Goyescas, Bambú, Los majos de Cádiz y Lo que fue de la Dolores, pero no fue hasta la década de los cincuenta cuando recuperó el prestigio mancillado.

De aquellos años salieron de su voz éxitos como Los piconeros o La cieguita y una vez más, como si del destino se tratara, otro gran personaje de la historia del siglo XX se rindió a sus pies: Fidel Castro. El Comandante quedó fascinado por la artista, quien cosechó un gran triunfo en la Cuba prerrevolucionaria. Muchos dicen que su belleza y su gran talento constituyeron el cóctel perfecto para un éxito que estaba escrito desde el mismo día en que vino al mundo.

Contrajo matrimonio con el director de cine Florián Rey y, tras su separación, con el conde de las Cabezuelas, a quien abandonó poco después recibiendo por ello una reprimenda de la Iglesia. Su gran dolor fue sin duda la pérdida de sus dos únicos hijos, una pena que la marcó de por vida. En alguna ocasión se dijo que su gran amor había sido el actor Rafael Rivelles. Con Carlos Gardel tuvo sus más y sus menos, ya que ambos presumían de tener un carácter indomable, y como fruto de esa relación profesional, que no pasional, nació un gran dúo que protagonizaría Melodía de arrabal; de hecho, Imperio fue la única mujer que cantó con el gran autor de tangos.



Su azarosa vida la llevó a publicar en 2001 el libro de memorias Malena Clara, e inspiró el personaje femenino de la película La niña de tus ojos (1998), de Fernando Trueba, interpretado por Penélope Cruz, aunque Imperio se molestó con el filme al considerar que narraba determinados episodios de su vida.

Títulos inolvidables

La filmografía de Malena sumó un total de veintidós películas y un puñado de folletines que rodó en los últimos años de su vida ante las cámaras. De esa última época nacieron títulos como Ama Rosa (1960), Tata mía (1986) y también El polizón del Ulises (1987).

Las grandes dotes artísticas de Imperio Argentina la llevaron también a grabar canciones con el guitarrista y vocalista Rafael Medina para el sello Parlophone, así como melodías cubanas y la versión de un éxito del cine estadounidense, «Carioca», baile que alcanzaría su mayor apogeo con la coreografía que popularizaron Fred Astaire y Ginger Rogers en Volando a Río (1933).

Imperio también grabó tangos que Tania y Libertad Lamarque cantaban en América, rivalizando en España sólo con Carmencita Aubert, la popular tanguista y actriz catalana. Los temas Danza maligna y Hacelo por la vieja los cantan al mismo tiempo una y otra, Carmencita para Odeon e Imperio para el sello Parlophone, y es asunto de coleccionistas y melómanos opinar cuál de las dos cantaba mejor.



Sin embargo, a pesar de ser una referencia entre sus colegas españolas, como Juanita Reina, Concha Piquer o Paquita Rico, ella misma confesó que, aunque muchos la consideraban «más andaluza que las andaluzas», lo suyo fue siempre el tango. Y su canción, la que recordaría siempre y guardaría en su memoria, fue Caminito campero, interpretada con Gardel.

Pasados los noventa años recibió la medalla de honor de la Universidad Complutense de Madrid. También se le concedió en Buenos Aires el título de «ciudadana ilustre», aunque ella se sentía especialmente orgullosa de tener un retrato suyo colgado en el Museo Nacional Centro de Arte Reina Sofía (MNCARS). El destino no le concedió su último sueño: reunir sobre un escenario a sus compañeras de cante junto al reconocido bailarín de flamenco Pepe Marchena. Su luz se apagó en la localidad malagueña de Benalmádena -donde residía desde hacía veinticinco años y donde en marzo de 1999 obtuvo la nacionalidad española- el 22 de agosto de 2003, junto a sus seis nietas y ocho bisnietos. El eco de su muerte, igual que su vida, recorrió el mundo entero.

miércoles, 15 de febrero de 2012

Juanita Reina, la última de peina y volantes






Antonio Burgos /Juanita Reina, la última de peina y volantes



Más que española, andaluza. Más que andaluza, sevillana. Más que sevillana, macarena. Más que macarena, de la calle Parras. En el barrio, seguía siendo la hija de Miguel el Pescadero, que, como tantos padres macarenos, quería que su niña fuera artista. Cerca del Arco contaban que la Virgen tenía pelo de verdad, que era la mata de pelo que, como una saeta, se había cortado Juanita Reina para entregárselo a su Esperanza, a la que tantas veces había cantado la "Salve" que le escribió Manuel López Quiroga con letra de Rafael de León.

Juanita Reina fue como una Montserrat Caballé de la copla. Había empezado de Juanita y ha muerto de Doña Juana, en el supremo trono de las última de las grandes estrellas de la canción andaluza, que en la época de sus grandes triunfos, de sus grandes películas, de sus grandes giras, era todavía el cuplé. Por delante, en el tiempo y en el espacio de escribirle a España una memoria sentimental, estaba Doña Concha. Piquer naturalmente. Pero los macarenos de Sevilla decían que dónde se va comparar, que la valenciana diría la copla con más perfección, pero que Juanita la cantaba con más sentimiento. Nuestra. Abría el "Capote de grana y oro" y era la plaza del Arenal la que estaba en aquellos escenarios de España y del mundo que conquistó por los terrenos de adentro ante el poderío orgulloso de la Piquer. A la luz de las "Cinco farolas", se iba encendiendo su propia luz de estrella, cuando ya se habían apagado las "Zambras" de los años cuarenta, Manolo Caracol se había separado de Lola Flores y aún estaban naciendo las nuevas: Rocío, Marifé, Isabel.

Juanita Reina, Juana Reina, Doña Juana Reina son tres etapas en su personal forma de interpretar los cuplés, temblorosa la voz, majestuosa en los paseítos por el escenario. Su voz ha quedado unida a los grandes monumentos que para escribieron expresamente la triadas capitolinas de Quintero, León y Quiroga u Ochaíta, Valerio y Solano. Entre el teatro y el cine se afirmó su reinado en unas radios de cretona por las que sonaba "Lola la Piconera", "Yo soy esa", "Callejuela sin salía" y, sobre todo, "Francisco Alegre". En los carteles de cine habían puesto el nombre que Florián Rey lo quiso mirar. Así, Juanita fue la muda de la promesa del camino del Rocío en "La Blanca Paloma" y Juanita, Juana, Doña Juana Reina ya siguió de eterna Lola, que lo mismo se iba a los Puertos que era la Piconera que ponía al Cádiz de las Cortes de José María Pemán voz de copla a un romance de liberales de 1812. Un "Vendaval" que era "Canelita en rama". Algo que, como es lógico, "Sucedió en Sevilla". Juana corrió medio mundo con su bata de cola y con su señorío. Dio la imagen perfecta de lo que se ahora se entiende por la folklórica: "De las de peina y volante qué pocas vamos quedando", cantó muchas veces en sus últimos años, y los mariquitas del gallinero le decían "Juana, no te mueras nunca". Juana estaba de gira en La Habana el día que entró Fidel Castro. "Hermana, hermana --dijo a Loli, su telonera y compañera en "Gloria Mairena"-- ¿por qué tirarán estos tíos tantos cohetes? ¿Qué fiesta será?" Castro había entrado en La Habana y en España habían entrado la televisión, el microsurco, el desarrollismo. La muerte del cuplé. Juanita se retiró prácticamente, se casó con Federico Casado "Caracolillo", puso un restaurante en Madrid, una academia en Sevilla y le dio un hijo armao a la Centuria de la Macarena. Rescatado y recuperado el género al cabo de los años y liberada la copla por los progres de su estigma de franquismo, Juana fue proclamada como la gran Reina del género, y tuvo la culminación de su carrera en el "Azabache" de la Expo de Sevilla de 1992, junto a Rocío Jurado, Nati Mistral, María Vidal e Imperio Argentina. Surgió la resurrección y rescate de la copla, pero había ya pasado el tiempo de Juanita: "De las de peina y volante, qué pocas vamos quedando". Muerta Doña Juana Reina puede decirse que ninguna. Los lorquianos mariquitas de las azoteas llorarán hoy porque aunque le decían "Juana, no te mueras nunca", ha muerto la última de las de peina y volantes. La Reina ha muerto. ¡ Viva la copla!

martes, 31 de enero de 2012

Torbellino de Colores...




"Torbellino de Colores
No hay en el mundo otra flor
Que el aire mueva mejor mejor
Que se mueve Lola Flores."

(José María Pemán)

miércoles, 25 de enero de 2012

jueves, 19 de enero de 2012

Rafael de León



Al hilo del asombroso descubrimiento por Agustín Tena de la primera película sonora que ha resultado ser de Conchita Piquer cantando y bailando en Estados Unidos con apenas dieciséis años, han vuelto los comentarios sobre los autores de aquellas canciones que la hicieron reina indiscutible de la copla. Y sobre todo en torno a la figura de un poeta extraordinario al que todavía muchos intelectuales a la violeta siguen negando el pan y la sal. Me refiero a Rafael de León.





Foto: Concha Piquer, entre Rafael de León y Manuel López Quiroga, y Antonio Quintero (ABC)


Un poeta extraño y singular. Extraño y singular porque siendo el hijo primogénito y heredero de una de las familias de más rancio abolengo de la aristocracia sevillana se convertiría en el poeta más genuinamente popular del siglo XX español. En él se cumplió de manera absoluta el verso de su vecino de nacimiento y calle, Manuel Machado: «Hasta que el pueblo las canta, / las coplas coplas no son, / y cuando las canta el pueblo, / ya nadie sabe el autor». No existe un poeta en toda el área hispánica que mejor encarne esta aseveración. Autor de miles de canciones, renovador de la copla española, hay trozos de sus versos que ya pertenecen al lenguaje común. Son octosílabos de coplas que fueron y son famosas y que de tanta popularidad han quedado convertidos en pedazos del habla cotidiana.

Pensemos que Rafael de León –sevillano, de 1908- es el autor de canciones como «Y sin embargo te quiero», «Ojos verdes», «La Zarzamora», «Tatuaje», «A la lima y al limón», «María de la O», «La Lirio», «No me quieras tanto», «Romance de la Reina Mercedes»... ¿Quién no sabe un estribillo, un verso, hasta una canción entera de Rafael de León? Pero aquí viene también la extrañeza y la singularidad: Aquella «voz con corona» —que dijera Antonio Burgos— fue Marqués del Valle de la Reina, Conde de Gómara, amigo fervoroso de García Lorca, homosexual confeso, rompedor de todos los moldes y poeta popularísimo. Todo esto en la España de los años cuarenta. ¿Cómo encaja e hila todo esto nuestro poeta? Con una valentía extraordinaria. Sabiendo a lo que podía renunciar y a lo que no.

Hombre de una cultura vastísima, se había educado con los jesuitas y los salesianos en colegios de El Puerto, Málaga y Utrera donde estudiaron, entre otros, Juan Ramón Jiménez, Fernando Villalón, Pedro Muñoz Seca o Rafael Alberti. Se sabía a los clásicos de memoria y dominaba el verso, el ritmo y la rima con una profundidad de sentimientos que estremecía. No es de extrañar que cuando conoce a Federico García Lorca (éste, con 27 años; Rafael, con 18), en la Granada de los años veinte —adonde lo habían mandado para estudiar Derecho—, se decantase abiertamente por la poesía y empezase a barruntar la primera de sus grandes rebeldías: sin renunciar a nada de lo que era, quería ser libre y vivir su vida sin los oropeles y las cortapisas de su clase social. «Estaría una semana besándote la mano, / elogiando marfiles y mirando vitrinas, / y de pronto, una noche, llegaría mi viento / a romper miniaturas y abanicos de encaje». Estos versos pertenecen a un poema que se titula escuetamente «No».

Amante de la bohemia, de los cafés-cantantes, de ese pueblo que le fascinaba, empezó a escribir canciones donde el alma de los patios y de los corralones de cal y jazminero y de las criadas y de los amores turbios y de las duquesas enamoradas de toreros se alzaba a la categoría de poemas cantados. Tuvo la suerte de conocer al compositor Manuel López Quiroga y al empresario y escritor teatral Antonio Quintero. Sí, fue el célebre trío Quintero, León y Quiroga. Rebelde contra la cerrazón social de los suyos, vivió una temporada en Madrid dando clases de declamación en una academia y tocando el piano en cafés nocturnos. Hasta que un día, el maestro Quiroga le dijo por teléfono a don José de León: «No se preocupe usted por su hijo, señor marqués: sabe ganarse la vida solo». Acababan de sacar a la calle uno de los más grandes éxitos de la canción española: el tango «Rocío». Era 1933.


Por el inolvidable Sebastián Gasch sabemos de la estancia de Federico y de Rafael en la Barcelona de 1935. Un año después estallaría la guerra. Federico fue asesinado en Granada por unos y Rafael encarcelado por los otros —se salvó milagrosamente de ser fusilado— en la Ciudad Condal. En la cárcel estaría hasta la entrada de las tropas nacionales en enero de 1939. Rafael de León dedicaría a Federico el impresionante poema «Responso»: «Tenías una fuerza de toro desmandado / por la marisma seca con alambres y pitas / y la dulzura rosa de una niña morena / que se queja, a la fuente, por su novio lejano».
Años más tarde escribiría el «Réquiem por Federico» cuyo recitado interpretó y grabó Lola Flores.

Curiosamente, «Responso» aparece en la primera edición de «Pena y alegría del amor», en 1941, justo antes del «Poema del amor oscuro», ese que comienza: «Te espero al lado del puente / antes de que den las doce». Es la primera vez que aparece impreso “amor oscuro” para designar al amor homosexual y según me dijo Gasch lo utilizaban a menudo en sus conversaciones “serias” Rafael y Federico. Cuando muchos años después ABC publicara, -17 de marzo de 1984-, en exclusiva mundial, los bellísimos “Sonetos del amor oscuro” de Lorca, más de un conocedor de la obra de Rafael de León pegó un brinco por la coincidencia.

Llama la atención el atrevimiento de este libro,”Pena y alegría del amor”, editado por Quiroga, en Madrid, al precio de diez pesetas, con largo pórtico de José Antonio Ochaíta, porque en él no sólo se habla abiertamente del amor oscuro sino que aparecen poemas claramente homoeróticos como «Hora» o «Así te quiero». Dos años después, en 1943, publicaría «Jardín de papel» editado en Alas, de Barcelona, libro dedicado al poeta moguereño Xandro Valerio y donde se recogen los célebres sonetos «Duda» («¿Por qué tienes ojeras esta tarde? / ¿Dónde estabas, amor, de madrugada, / cuando busqué tu palidez cobarde / en la nieve sin sol de la almohada?»), o «Encuentro» («Y después, a morir, a ser dos ríos / sin adelfas, oscuros y vacíos, / para la boca torpe de la gente...»).

Apenas publicó nada más. Antonio Burgos le hizo una bellísima antología, a la que han seguido la que elaboraron los editores Acosta Díaz, Gómez Lara y Jiménez Barrientos y la fallida «Entre el gozo y la pena», de Renacimiento, donde el poeta Daniel Pineda Novo, con todos sus conocimientos del autor y la obra, cayó en lo que Rafael de León siempre rechazaba: mezclar la poesía auténtica con las coplas más o menos ocasionales. Mi paisano y editor sevillano Anselmo Martínez Camacho, bibliófilo impenitente y magnífico, me regaló un libro editado en 1970, en Rosario (Argentina), con una portada muy ambigua y este título “Poema del amor oscuro”, como el romance que Rafael publica en su primer libro y que está dedicado a Luis Puig Peña, un personaje curioso, médico ilustrado de Almería, del que supe gracias a mis queridos amigos Francisco Giménez Alemán y Emilio Contreras Ortega, almerienses de pro. No sé lo que hubo entre Rafael y Luis: Sólo la valentía y el arrojo de atreverse en 1941 a dedicar a un hombre un poema como ése.

Se habla también de un libro que nadie ha visto, «Amor de cuando en cuando», y por la América hispana circulan, como digo, las más variadas antologías piratas llenas de errores y de versos falsos. Federico Carlos Sainz de Robles lo incluyó en su «Diccionario de la literatura». Allí se lee: «En pocos poetas la imagen es tan viva y cálida, la metáfora tan sorprendente, el sentimiento tan fecundo como en Rafael de León». Hace tres años aparecieron en Málaga dos volúmenes sobre «La copla. La poesía popular de Rafael de León», de Sonia Hurtado Balbuena.

Hombre tímido a primera vista, era divertido y ocurrente, chispeante y mordaz entre los íntimos. Huyó de las Academias, de los honores, de la vida literaria, ganó muchísimo dinero escribiendo canciones, jamás quería una entrevista ni salir en los periódicos, tenía devoción por Conchita Piquer y seguía llevándole flores a Mari Paz, una canzonetista que le estrenó «Las cosas del querer» y que murió de una septicemia de mal de amores cuando apenas tenía veintidós años. Fue hasta su muerte marqués y conde; profundamente religioso, su verso está preñado de citas evangélicas que, a veces, engarzaba con el amor más carnal («Centinela de tus sueños, / hombro para tu descanso, / Cirineo de tus penas / y San Juan de tu calvario»); no ocultaba una nostalgia agridulce de Sevilla —a la que dedicó poemas bellísimos—; pertenecía a la Hermandad de Excautivos y sobre la solapa de la chaqueta lucía la insignia de hermano de la Macarena. No sé si estos datos contribuyeron a su ostracismo. Vivió, como había querido, en libertad, y murió —no podía ser de otro modo— de un ataque fulminante al corazón el 9 de diciembre de 1982, en su casa de Madrid. Quiso descansar solo en el cementerio de la Almudena junto a unos rosales sevillanos.

martes, 10 de enero de 2012

Estrellita Castro



SUSPIROS DE ESPAÑA (A. Álvarez Alonso, J. A. Álvarez Quintero)



Quiso Dios, con su poder
fundir cuatro rayitos de sol
y hacer con ellos una mujer.



Y al cumplir su voluntad
en un jardín de España nací
como la flor en el rosal.



Tierra gloriosa de mi querer
tierra bendita de perfume y pasión
España en toda flor a tus pies
suspira un corazón.



Ay de mi pena mortal
porqué me alejo España de ti
porqué me arrancan de mi rosal.



Quiero yo volver a ser
la luz de aquel rayito de sol
hecho mujer
por voluntad de Dios.



Ay, madre mía
ay, quién pudiera
ser luz del día
y al rayar la amanecida
sobre España renacer.



Mis pensamientos
han revestido
el firmamento
de besos míos
y sobre España
como gotas de rocío
[ los ] dejo caer.



En mi corazón
España te miro
y el eco llevará de mi canción
a España en un suspiro.



Consolidada actriz y cantante del siglo XX, ha sido la máxima figura del folclore español cuyas canciones alcanzaron gran popularidad en los años 30 y 40.

Estrella Castro Navarrete nació en Sevilla el 26 de junio de 1908 y fue la menor de once hermanos. Desde una temprana edad tuvo que emplearse haciendo trabajos domésticos en la casa del maestro para así poder pagar sus clases. Con doce años actuó por primera vez delante de los reyes Alfonso XIII y Victoria Eugenia.

Aunque a lo largo de su trayectoria ha interpretado diversos estilos de la música española, véanse zambras, boleros -cubanos, mazurcas e incluso tangos, sin duda, donde más ha destacado ha sido en el pasodoble, así se la conoció como “la reina del pasodoble”. Canciones como "Mi jaca", "Suspiros de España", "Mari Cruz" o "María de la O" han sido algunos de sus mejores éxitos.

Su éxito como cantante le abrió las puertas del cine, por lo que ha sido protagonista de varios largometrajes, sobretodo de los años 30 y 40. Rodó más de cuarenta películas, títulos tan sonados como: Rosario la Cortijera (1935), Suspiros de España, El Barbero de Sevilla o Mariquilla Terremoto.

Sus últimos años los pasó junto a su representante y compañero sentimental Demetrio Corbi y más adelante, tras la muerte de Demetrio, con su otra íntima compañera Marifé de Triana. Finalmente Estrellita Castro muere en Madrid el 10 de julio de 1983.